Aojarse es deleitarse con el mar, con el sonido del viento y el vaivén de las olas. Una antigua casa de pescadores, un poblado marinero rehabilitado o un pequeño gran hotel, abren sus puertas dando la bienvenida. Las habitaciones tienen nombres de barcos, las ventanas dan al porto y a luz de un faro alumbra a lo lejor. La gentileza y la cordialidad de los caseros es un añadido mas a esta propuesta de comodidad y servicio.